Reforma Laboral y Sindicalismo en el Perú.
Desde
el Pulpinazo, el tema laboral ha dado apertura a una serie de discusiones, las
cuales han quedado inconclusas, años más tarde vivimos otro intento de
precarizar la mano de obra de los jóvenes, en Cusco esta vez son los
estudiantes de los institutos los que salieron a las calles contra la ley
Bartra, ley que planteaba el recorte de derechos laborales a los y las jóvenes
que ingresaban al mercado laboral. Por otro lado, los trabajadores de los
sindicatos de hoteles y de la empresa PeruRail exigiendo el aumento de
utilidades, y denunciando los abusos laborales, como también los trabajadores
de la empresa de Backus, sin embargo, muchos de ellos sancionados y despedidos.
Hemos tenido marchas de todo el año desde el
sector de los sindicatos de trabajadores de los municipios, del sector salud, de
las obreras y obreros de construcción civil por más plazas de trabajo.
Seguramente encontraremos en el Ministerio de Trabajo más denuncias tanto de
sindicatos, como de trabajadores informales.
Carlos Mejia es Sociólogo
sanmarquino y Magister en Relaciones Laborales por la PUCP. Ha sido asesor de
la CGTP y de la FTCCP y ahora se desempeña como asesor independiente e
investigador en temas de mercado laboral, negociación colectiva, sindicalismo, capacitación,
organización e identidad laboral, entre otros. Coméntanos:
-
¿Qué pretende el MEF con esta
ley de reforma laboral?
Desde hace algunos años, un
sector de la tecnocracia neoliberal que se encuentra ubicada en el Ministerio
de economía y fianzas (MEF) busca impulsar una reforma laboral que, en la
lógica de ellos, flexibilice el mercado laboral.
Ellos parten de un
diagnóstico a mi juicio erróneo, por el cual los empresarios requieren de una
amplia libertad para contratar y despedir trabajadores. Asimismo, buscan
reducir los días de vacaciones, el pago de la CTS y las gratificaciones de
julio y diciembre. Todo lo cual, supuestamente debería servir para incrementar
la formalidad y dinamizar el empleo.
Ahora bien, estas propuestas
tienen el respaldo político de la CONFIEP o más específicamente de las grandes
empresas que operan en dicho gremio. En estas empresas hay sindicatos que son
como piedras en el zapato. El objetivo general de las empresas grandes es eliminar la acción de los
sindicatos mediante esta reforma laboral.
-
¿Con esta reforma el
trabajador y la trabajadora mejoran su condición laboral?
Definitivamente no. Hay
bastante evidencia empírica, estudios y data fuerte, en donde se muestra que desregular
el mercado no incrementa el empleo adecuado ni reduce la informalidad laboral.
Hace un par de décadas que tenemos el régimen especial para las
agroexportaciones. Es un régimen laboral con menos derechos, menos vacaciones,
sin CTS ni gratificaciones. Y el empleo en dicho sector se desarrolla en
condiciones de altísima precariedad. En las MYPES ocurre algo similar. Menos
derechos y la tasa de informalidad no se ha movido.
Con la reforma promovida por
la CONFIEP y el MEF lo que tendremos es más precariedad laboral y menos
sindicatos.
Tengo la impresión de que
dentro de las diferentes medidas promovidas por el MEF, para las grandes
empresas, el objetivo principal es eliminar el derecho de reposición en caso de
despido. De esta manera, los trabajadores sindicalizados que sean despedidos
por su empleador no tendrán el derecho a regresar a su trabajo sino sólo podrán
recibir una indemnización. Así buscan debilitar a los sindicatos.
-
¿Cuál ha sido la respuesta de
la CGTP?
Entiendo que la central sindical esta
coordinando acciones de respuesta en diferentes niveles. Por un lado,
analizando la propuesta de reforma para desarmar sus argumentos, con evidencia
técnica y empírica. Esto es importante y necesario.
También hay una coordinación política,
para articular fuerzas en el parlamento, en los espacios políticos que busquen
desorganizar el lobby empresarial.
Finalmente, se coordina a nivel social,
con los sindicatos de base y con la sociedad civil organizada para dar una
respuesta en las calles. El próximo 15 de enero se esta trabajando para una
Jornada nacional de Lucha. Eso me parece necesario y pertinente. Espero que en
todo el país se realicen movilizaciones.
-
La agenda laboral ha
conglomerado históricas movilizaciones, muchas de ellas de resistencia en contra
de leyes. ¿Porque la afiliación, la organización permanente ha disminuido en la
gente, y los que hemos nacido después de los 90’ ya no es algo esencial
sindicalizarnos?
Es parte del triunfo del
modelo neoliberal. En los 80 y 90, entre el desastre económico del primer
gobierno de Alan García, el conflicto armado y la dictadura de Fujimori se ha
impuesto una cultura conservadora, individualista, antipolítica que desconfía
de la acción colectiva, de la solidaridad y por tanto de los sindicatos.
Es cierto que también los
sindicatos no han sabido ni han podido renovarse, en el nuevo escenario. Hay
nuevos actores sociales producto del desigual crecimiento económico de la
primera década del presente siglo. Hay cambios en la matriz productiva del
país, hay cambios en el mercado laboral y todo eso, el sindicalismo clasista no
lo ha sabido procesar, tampoco la izquierda ciertamente. Lo cual agrava la
situación tanto de los sindicatos como de los sectores populares en general.
En la actualidad tenemos una
de las tasas de afiliación más pequeñas de América latina. Estamos alrededor
del 5% y por eso, el sindicalismo que se desarrolla es meramente de defensa, de
aguante, de resistencia y le cuesta mucho tener iniciativa.
-
Las federaciones regionales
de trabajadores actualmente la gran mayoría de sus afiliados son sindicatos de
construcción civil o ambulantes y otros sectores importantes, pero ¿que
tendrían que hacer las federaciones para llegar a ese sector de jóvenes varones
y mujeres que tienen trabajos temporales, trabajos tercerizados, trabajos informales?
¿crees que necesitan renovarse?
Hay un problema de fondo que
es la debilidad estructural de los sindicatos en el país. Eso pone algunos
límites muy precisos. Pero creo que siempre es posible hacer algo. Una primera
acción es fortalecer lo existente. Es decir, hay que dedicar mucho tiempo y
recursos a la formación y capacitación de los liderazgos populares, sindicales.
En el país hay mucha improvisación, mucho espontaneísmo, mucho caudillo
iluminado. Los cuadros nuevos no quieren leer, no tienen idea de la historia ni
de lo que pasa en otros lados. Todo es el presente y mi grupo de referencia.
Muchos líderes o cuadros viven en una suerte de burbuja donde sólo conversan
con afines. Y esto es por las redes sociales en parte. Facebook no puede ser la
escuela política de los sindicatos ni de la izquierda. Hay que estudiar con
seriedad, hay que mirar más allá y hay que discutir sin temor.
Luego, hay que defender lo
existente, haciéndolo mejor. Eso implica fortalecer la institucionalidad de
sindicatos. Más democracia interna, más participación, más respeto a los
estatutos, más coherencia. Aquí todos los grupos hablan de promover a las
mujeres o a los jóvenes, pero el día del congreso, el día de las elecciones,
todos los elegidos son hombres y viejos.
Luego, y después de lo
anterior, podemos buscar nuevos y mayores lazos con la sociedad, con los grupos
desorganizados. Sin un equipo sólido, es decir, cuadros formados dentro de una
estructura coherente, tratar de organizar a otros, se convierte en un traslado
de problemas, de tirrias y defectos.
-
En Cusco hay un sector
sindical de turismo muy importante que son los Hoteles, y algunas de otras
empresas privadas, y agencias, restaurantes, que la gran mayoría son trabajos
informales ¿Cuál debería ser su siguiente paso para tener mayor fuerza voz en
el Cusco?
Esta pregunta me sirve para
terminar lo que venía desarrollando en la anterior. A nivel sindical, con la
estructura laboral que tenemos, y con la negociación colectiva a nivel de
empresa; no vamos a llegar a nada, hagamos lo que hagamos.
El sector turismo que señalas
esta desorganizados laboralmente, es decir, no hay sindicatos. Y no los hay
porque son empresas pequeñas, con trabajadores débiles y empresarios fuertes.
Se forma un sindicato en un hotel y en un mes todos han sido despedidos. Aquí
se requiere de sindicatos de rama que negocien por rama. Eso supone cambiar el
marco legal. Hay que buscar que la ley permita y promueva la negociación por
rama. Sin eso, lo que tendremos son explosiones sociales, es decir, un malestar
que estalla una semana y luego todo regresa a lo mismo.
Por lo pronto, los
trabajadores de hoteles y restaurantes deben de formar un buen sindicato
provincial que los agrupe a todos, pero debe ser un sindicato grande. Con 50
personas no puedes hacer que la Cámara de Comercio del Cusco se siente a
negociar contigo. Con varios miles, probablemente si.
-
¿Cómo podríamos construir una
ley general de trabajo que sea a la altura de las necesidades de los
trabajadores y trabajadoras?
Como verás, no soy muy
optimista. Trato de no dejar que mis deseos y expectativas reemplacen el
análisis concreto de la situación concreta. La Ley General de Trabajo fue la
gran ilusión del sindicalismo a inicios del presente siglo. Era ciertamente una
buena idea, pero creo que los sindicatos al segundo año de Toledo debieron
darse cuenta que no se iba a promulgar.
Al final se pasaron casi una década en idas y vueltas y al final, nada.
Nada de nada.
Y eso es porque no hubo una
adecuada ponderación de algo que ahora no se menciona, que es la “correlación
de fuerzas”. Es decir, en la política, como en la economía, como en la
sociedad, los actores, los jugadores no desarrollan sus acciones, sus
estrategias en un piso parejo, en una cancha igual. Hay diferencias de poder,
de acceso a recursos y hay momentos de auge y momentos de reflujo. Pensamos que
el Estado y el gobierno son lo mismo y que actúan de manera coherente y
homogénea. Pero no es así. El Estado a veces es árbitro, a veces juega con una
camiseta y a veces ni juega.
Creo que en esa coyuntura se
desarrolla un sesgo que me parece pernicioso en el movimiento sindical y en la
izquierda en general. Los compas que analizan la situación política y los que
deciden tanto en las organizaciones políticas como sindicales, trastocan su
particular subjetividad en un dato de la realidad. Su optimismo, su
voluntarismo, su radicalismo se convierte en un elemento objetivo que permite
justificar las decisiones que se toman.
Y así, los análisis políticos
parecen fluir en un constante ascenso del movimiento popular, en una oleada
permanente de conciencia de clase. Cada paro es un triunfo, cada marcha un
éxito, cada congreso un hito histórico y se pierde la capacidad autocrítica, la
evaluación objetiva y por lo tanto, la brújula política.
Todo lo anterior es para
decir que, en los próximos años, el sindicalismo no tiene capacidad para
promover una Ley general de trabajo acorde a sus intereses. Pensar que es
posible, es una fantasía.
-
La economía y los derechos se
han convertido solo en un tema y propuesta de la elite empresarial, ¿Cómo
podríamos consolidar una propuesta y enraizar el tema laboral en la gente?
Mi impresión más bien es que el tema
laboral, “el problema laboral” más específicamente esta enraizado en el sentido
común de las personas. Los casos de las muertes de trabajadores encerrados por
su patrón, los maltratos a las empleadas del hogar, los despidos de mujeres
embarazadas, los contratos temporales, los cientos de miles de personas que
trabajan sin el más mínimo contrato ni protección, en fin, la precariedad pura
y dura, es conocida por las mayorías. Todos tenemos un pariente o un amigo que
tiene un trabajo de mierda.
La gente lo sabe, por eso cada vez que
se amenaza un derecho como en el caso de las leyes de empleo juvenil o cuando
se dice que se reducen vacaciones, pues la opinión pública rechaza esto y un
buen grupo sale a protestar.
Es cierto, sien embargo, que al
sindicalismo le falta un discurso, una narrativa que vaya más allá de la
protesta, de la marcha. El Perú sigue teniendo un sindicalismo de los años 90,
muy a la defensiva y con dificultad para abordar nuevos temas y nuevos
sectores.
Es cierto que frente a la ofensiva
empresarial, el sindicalismo prioriza la defensa y las movilizaciones, eso está
bien, pero ayudaría tener una línea de trabajo en eso que en Europa llaman
“análisis de discurso” que debería estar muy, pero muy articulado con algo más
habitual como es táctica y estrategia.
-
¿Cuál sería tu mensaje para la gente?
Más que a la gente, así en
general, prefiero pensar en los dirigentes sindicales menores de 30 años. A
ellos les diría que deben leer, deben estudiar. Cuando te eligen dirigente no
te cae del cielo la sabiduría. Les diría que no deben olvidar que el sindicato
no es su parcela, ni su chacra. No pueden ser dirigentes toda la vida. Les
diría que deben darle poder y autoridad a las mujeres, que seguro hay mujeres
en la empresa y en el sindicato. Les diría que un buen sindicato es aquel que
defiende a todos los que necesitan defenderse, sin mirar colores, género,
ideologías, simpatías. Y un buen
dirigente es el que sabe escuchar y toma decisiones pensando en el bien común y
no en el de su grupo, partido o argolla.
Comentarios
Publicar un comentario