"qui sème la misère récolte la colère!"/ Quien siembra miseria cosecha cólera
Carole Dupont, es Activista Feminista, es francesa
de sangre, peruana por elección, actualmente vive en Paris, aquí conversamos
con ella sobre lo que está sucediendo en Francia.
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¿Por qué la gente de Francia esta en la calle?
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Inicialmente, se difundió un llamado a tomar
las calles el 17 de noviembre a raíz de un alza en los impuestos aplicados a la
gasolina. Sale de la Francia rural, la que necesita su carro todos los días
para ir a trabajar, que se pone a bloquear las carreteras en señal de protesta.
No es un movimiento propiamente dicho, es un conjunto muy heterogéneo de
personas, pero que tiene como lema “la Francia de abajo contra la Francia de
arriba”. Es muy amplio, poco leíble políticamente hablando, y a la vez es
realmente lo que se puede llamar lucha de clase. De hecho, no hay que perder de
vista que esta protesta se enmarca en un momento donde, por un lado, se
suspende el Impuesto Sobre la Fortuna (ISF), y por otro lado aumenta el precio
del combustible y del gas, disminuye el acceso a programas sociales, prevén
aumentar por un 1000% el precio de la matrícula universitaria para lxs
estudiantes extranjerxs con la idea de, a mediano plazo, hacer lo mismo para
lxs estudiantes francesxs.
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Recordemos también que
Francia está viviendo un largo decenio de movilizaciones sociales frustradas.
En el 2006, lxs jóvenes se movilizaron contra el CPE (un contrato juvenil
precario). En el 2010, la reforma del sistema de jubilación sacó a muchísima
gente a la calle. Lo más fuerte sin duda fue las marchas contra la “ley trabajo”
del 2016, que iba desmoronando de forma brutal los derechos de lxs
trabajadorxs: desde entonces, la violencia policial se ha vuelto realmente
terrible. Llegó a tal punto la indignación que la gente pasó varias noches en
la Plaza de la República, sin querer regresarse a su casa. El que impulsó
aquella ley, que terminó aprobándose a pesar de todo, fue elegido presidente el
año siguiente: fue un cachetadón y una humillación para el movimiento social.
Esta primavera 2018, lxs empleadxs de la empresa de transporte ferroviario
pública, la SNCF, estuvieron en huelga largos meses, así como lxs estudiantes
contra la reforma del colegio y de la universidad. En las diversas ciudades
también tienen agenda propia: por ejemplo, en Marsella donde se derrumbó hace
poco un edificio vetusto (murieron 5 personas) y donde las condiciones de
alojamiento son atroces y las estafas cotidianas, la lucha es por la vivienda
digna, y el derecho a la ciudad. En fin, van varios años de movilización por
múltiples motivos, sin real victoria: la gente está asada.
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Pero, además, el gobierno
de Macron ha ido más lejos y más rápido que ningún otro antes que él en empujar
las reformas neoliberales. La degradación de las condiciones de vida se ha
acelerado mucho en un año y medio. Por eso, todxs sentimos que, más allá del
alza del combustible, es este hartazgo generalizado que empuja a la gente en la
calle. Pero lo que hay que tomar en cuenta también es que no son personas
necesariamente muy politizadas, que tienen una trayectoria dentro del movimiento
social: son en verdad el pueblo, con sus contradicciones, con gente de extrema
derecha de por medio, sin representantes oficiales, sin otro lema global que
“Macron, demisión”. Es lo que realmente se puede llamar un desborde popular.
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¿Cómo ha ido la coordinación de las organizaciones
sociales desde el comienzo de la lucha?
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De hecho, en un inicio,
cuando salió el llamado a marchar para el 17 de diciembre, salió de grupos de
extrema derecha. En mi circulo de izquierdistas, todxs veíamos con desconfianza
la primera protesta, nadie sabía muy bien qué esperar, además que en un
contexto donde mucho se habla de la necesaria transición energética, muchos
interpretaron ese movimiento como una reivindicación a seguir contaminando para
no perder su comodidad de vida.
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Esa ambivalencia
también se encontró en el balance de esa primera marcha. Salieron imágenes
contradictorias: por un lado, un grupo de chalecos amarillos que paraba a los
carros (método de lucha de los chalecos amarillos, relacionado pues al alza del
precio del combustible: todo el mundo tiene que tener un chaleco amarillo en su
carro, por si se malogra y tienes que transitar caminando por la pista; de eso
se trata, de ser visible, que no te atropellen) buscaba en todos los camiones
para encontrar a personas migrantes y entregarlas a la policía para que se las
deportara. Pero, por otro lado, también vimos pronunciamientos muy lúcidos,
denunciando la política global del “gobierno de los ricos”.
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Hay dos ámbitos de lucha.
Por un lado, desde el 17 de noviembre, en toda Francia los chalecos amarillos
están bloqueando las carreteras y los óvalos. Filtran algunos carros y los
paran, pero también se ha visto que abren los peajes de las autopistas, para
atacar los beneficios de la empresa dueña de las autopistas. Eso es todos los
días, sin organización social de por medio que lxs canalice, sin consignas
desde arriba. Autogestión y auto organización, en la calle o a través de
Facebook.
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Pero, por otro lado, en
las marchas, las organizaciones sociales sí se han ido metiendo. Ha habido
marchas en toda Francia cada sábado, en paralelo a otras fechas: el 24 de
noviembre por la marcha contra la violencia hacia las mujeres, el 1ro de
diciembre por una protesta convocada hace tiempo por colectivos antirracistas,
el 8 de diciembre por la emergencia climática. Ha sido algo fortuito, fechas
que coincidían, pero creo que ha sido algo importante en la
no-desmovilización. La gente ha seguido en la calle, a pesar del anuncio a
inicios de diciembre de un moratorio de 6 meses sobre el alza de combustible.
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La primera semana de
diciembre, lxs estudiantes de segundaria empezaron a movilizarse también contra
la reforma educativa, de forma inmediatamente violenta (quema de basurero, etc.)
y la represión fue brutal. Un video filmado el jueves 6 de diciembre mostrando
a unos policías sobre armados, cachosos, teniendo a 150 niñxs de un barrio
popular de Paris arrodilladxs, mirando hacia una pared, manos detrás de la
cabeza, mismo pelotón de ejecución en una dictadura, ha terminado de escandalizar
a toda Francia. El sábado siguiente, todos los sectores sociales estaban en las
calles: sindicatos, estudiantes, ecologistas, feministas, antirracistas, todos
con chalecos amarillos, en solidaridad o reivindicándose del mismo movimiento.
No es que haya coordinación en sí, sino que todxs coinciden en las calles,
desde sus reivindicaciones sectoriales, pero gritando “Mismo Macron, misma
lucha”. A veces están marchando en lugares distintos pero el mismo día, a veces
se cruzan, a veces marchan juntxs. Depende dónde y cuándo, es un proceso muy
volátil.
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¿Qué cosas ha conseguido el movimiento social en estos
días de lucha?
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Por un lado, hay un
sentimiento de victoria por haber hecho retroceder el gobierno (hecho algo
inusual para los movimientos sociales franceses ultimadamente; por muy potentes
que sean esos movimientos, los últimos gobiernos se han vuelto muy insensible a
las protestas). Por otro lado, la ira colectiva ha traspasado el solo tema del
alza de combustible. La gente ya pide la cabeza de Macron, además que los
anuncios de reformas (en particular las de la educación pública) han seguido y
han indignado. En sí, es una victoria que un hartazgo que nació de algo puntual
se haya ampliado, articulado a otras demandas que vienen siendo postergadas y
no atendidas desde hace años. También, creo yo, el hecho que muchas personas
que no suelen rozarse con organizaciones sociales y partidos políticos hayan
experimentado la fuerza, la potencia, el potencial revolucionario de estar
juntxs y de tomar las calles. Que sí se puede exigir la destitución de un
presidente, y de que sí lo vamos a lograr. Hay un ambiente eléctrico, de que
todo es posible, en sí en una victoria.
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Concretamente,
por ahora, se ha logrado esa moratoria en el alza de los precios del combustible,
pero por 6 meses, es claramente una medida para apaciguar las tensiones. Ahora,
la gente quiere la renuncia de Macron; pero la incertidumbre es, si él se va, ¿quién?
El único partido que está en una posición ascendiente y de fuerza es la extrema
derecha. En las últimas elecciones, los dos partidos de centro izquierda y
centro derecha se derrumbaron (o se desplomaron, como dice el ingeniero),
literalmente. El tablero de ajedrez político está muy borroso. De una
insurrección popular también puede salir un gobierno autoritario o dictatorial
que “restaure el orden” –después de mayo del 68, llegó Charles de Gaulle y su
estilo militar, y ganó ampliamente las elecciones. Los reales avances de mayo
de 68 se pudieron evaluar ya años después. Este movimiento recién está
iniciando, era totalmente imprevisto, no se sabe si se va a desinflar como un soufflé
saliendo del horno, o si va a tomar proporciones como las de mayo del 68, o de
la comuna de París, o la revolución ciudadana de Islandia en el 2008. No se
sabe, es la incertidumbre total, hemos ganado muy poco aún, pero mucha gente ya
no tiene mucho que perder y hay, al contrario, mucho por ganar. Todo dependerá
de la evolución de la relación de fuerzas entre el pueblo francés, por un lado,
y las fuerzas del “orden” (policía, pero tal vez, y no hay que descartarlo, los
militares), por el otro.
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Finalmente, creo que otra
cosa positiva que está saliendo de este proceso (que en serio, recién está en
su fase inicial), es que otros sectores se sienten potenciados para tomar la
calle y bloquear el país. Lxs estudiantes, en particular, están muy molestxs –y
tienen toda la razón. Creo que algo puede surgir de ahí. Hay Asambleas
Generales inter-universidad en todo Paris, varios liceos (segundarias) están
bloqueados desde la semana la primera semana de diciembre, hasta escuelas
primarias se han visto que se movilizaban. Entre los chalecos amarillos que se
sienten humilladxs y ya no soportan el peso de la vida cara, y lxs estudiantes
decididxs a pelear por tener un horizonte de vida decente, puede que haya acá
una combinación explosiva, aunque por ahora no muy coordinada ni clara.
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¿Cuál ha sido el rol de los partidos políticos en este proceso?
- La verdad que no
se ha escuchado a ningún partido político, por lo menos no de forma clara y tajante. Los partidos están pasando una crisis muy grave por lo general.
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Macron ha ganado en segunda vuelta con el 66.10% casi una
mayoría de la población, ¿tú crees que estas luchas cambien por lo menos un
poco el sentido común de la gente? ¿Qué sentidos comunes se construyeron y
destruyeron?
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A ver, ha ganado con 66%
pero sólo porque nadie quería ver llegar a Marine Le Pen en el poder. No fue la
victoria de Marcon, fue la victoria del antifascismo (mismo que no es que PPK
ganó, sino que ganó el antifujimorismo)–y eso que, en 15 años, el antifascismo
retrocedió de 15 puntos (en el 2002, en la segunda vuelta entre Jacques Chiracy
Jean-Marie Le Pen, padre de Marine, a la cabeza del mayor partido neofascista
francés, Chirac ganó con más de 80% de los votos). Es importante recordarlo,
porque esos votos nunca le fueron adquiridos así nomás.
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Eso sí, la gente se
emocionó por una cara nueva, joven, dinámico, el perfecto representante de la
“start-up nation”, la nación emprendedora (así como suena el término
emprendedor en el imaginario colectivo peruano). Pero ha pecado mucho por
soberbio: su cota de popularidad ha caído a menos de 20% esos días, siendo uno
de los presidentes más populares al momento de su elección en el 2017. Su
desprecio de clase y su desconexión con la realidad de la gente se expresa con
comentarios tipo: “¿cómo es eso que no hay trabajo?¡ Yo cruzo la calle y te
encuentro trabajo!” o llamando a lxs desempleadxs “flojos”, o explicando que
“en la estación de tren uno se cruza con gente exitosa y gente que no es nada”.
La clase trabajadora no se olvida esas humillaciones cotidianas de parte de su
“representante”. Quisieron elegir alguien que no sea de la clase política
tradicional, pues Macron no sabe esconder su desprecio de clase como los anteriores
presidentes.
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Pero no solo es él:
también son miembros del gobierno, como Gérald Darmanin, tratando de explicar
las dificultades económicas de los chalecos amarillos soltando en la Asamblea Nación
que es “imposible cenar en Paris por menos de 200€ (sin el vino!)”. O una
diputada, en pleno debate televisivo con dos chalecos amarillos, incapaz de
decir cuánto es el sueldo mínimo. Todo eso está haciendo aparecer lo que
realmente es esa seudo-democracia: la kleptocracia de la élite. Creo que a
través de la soberbia de Macron y de la desconexión de su gobierno con la
realidad de la gente, la consciencia de clase se está anclando. Lo que sí es
cierto, es que el gobierno ya está temblando. Tienen miedo –por fin.
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Otro sentido común que va
cambiando, pero no es sólo desde ahora, es que la policía no es tu amiga. Desde
hace años, los barrios populares y marginales van denunciando la brutal
represión policial que sufren; por cierto, salió un reporte de Bastamag (una
especie de Ojo Público francés) señalando que, desde hace 50 años, entre 5 y 20
personas mueren a manos de la policía francesa cada año. Desde el 2016, todos
los movimientos sociales movilizados también denuncian con fuerza la brutalidad
de los policías. Pero ahora, con personas que se declaran “despolitizadas”
apaleadas por la policía, la brutal represión policial está pasando a ser algo comúnmente
conocido –y la justificación de que “son rompedores” [rompen cosas, tiendas,
paraderos, etc.) –versión francesa del terruqueo-- está cayendo por su propio
peso. La gente se está dando cuenta que el problema es la policía, no quien
protesta.
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Pero todo eso son
intuiciones, es muy temprano para saber qué va a pasar. Me da la impresión que
todas esas cosas están calando. Y a la vez, hablo con mi hermano que me afirma
que esta violencia policial es la única forma de “contener a gente” que
potencialmente pueden prender fuego a un basurero. La noción de orden y
autoridad, así como la sociedad de consumo y la derechización acelerada de las
mentes y la vida socio-política, está lejos de tambalear. Veremos qué pasa.
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¿Cambia el papel de Francia en la Unión Europea?
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Creo que es muy temprano
para saberlo. Aún no sabemos qué va a pasar. El movimiento del 15-M, que ha
sido tan decisivo para España, no ha sido un motor para la dinámica interna
francesa. El efecto de contagio no es algo automático, creo que depende mucho
de las relaciones de fuerza y de la maduración del proceso social dentro de
cada país. A diferencia de las revoluciones árabes, los países europeos no
hablan el mismo idioma, y por lo tanto su interrelación socio-política no es
tan evidente. Eso en el plano social; en el plano político-electoral, hay que
recordar que se vienen elecciones europeas en el primer semestre del próximo
año. Si este movimiento sigue, es posible que se vuelva un tema en la agenda
–pero tal vez no.
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¿Tu como ciudadana que crees que ha significado este
proceso de lucha?
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Nadie sabe lo que va a
pasar. Lo que sabemos, es que es una disrupción en las formas conocidas de
protesta: la policía está totalmente desbordada, no puede estar en cada óvalo
del país para vigilar a lxs chalecos amarillos. Hemos visto imágenes de
policías desbordados por lxs manifestantes. Todxs sentimos que puede ser el
inicio de algo, nadie sabe qué, porque no les guía una visión ni horizonte
político común, un programa. Todo el mundo espera el siguiente paso, la
siguiente marcha, hasta donde irá, renunciará el gobierno, que pasará después. ¿Será
una revolución? ¿Se apagará, como se apagaron los últimos movimientos sociales?
Nadie sabe qué pensar de ello, los análisis y eventos sobre el tema se
multiplican para tratar de entender. Creo que lo que significa, o ha
significado (cuando termine), lo sabremos ya de acá unos años.
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