Imaginando el Perú desde las Montañas

 Imaginar una nueva vida para los que hemos nacido después de los años 90’; ha significado conversar con las frases de “salir adelante” y “estamos en otros tiempos”, hemos crecido con una individualidad fuerte; con una superioridad alejada del pasado; con un amor sumiso y controlador hacia las personas, nuestras definiciones políticas eran como la tv: blanco y negro; los militares y Fujimori eran de color blanco; los huelguistas y los de izquierda color negro, en el barrio o en el colegio uno prefería ser de color blanco; porque así nomás puedes salir adelante, lo negro pertenecía al otro tiempo pasado, del que nunca hablamos, ni explicamos, solo sabemos que es negro y está mal, cualquier color parecido lleva su apellido de terrorismo, entonces mejor ser blanco así sales adelante, a pesar de que el sentimiento sea dolor y culpa, porque el pan llegaba a casa con arto esfuerzo, pasaban los años, con las luces amarrillas tenues, con las fachadas anaranjadas, y las noticias que prometían un cambio.

Pasado los años la banda presidencial pertenecía a otra persona; venia del pasado, pero era blanco así es que significaba “salir adelante”, y bueno, estábamos en otros tiempos, teníamos que elegir qué estudiar, finalizar de estudiar para trabajar, las políticas que venían del gobierno daban la apariencia del desarrollo, me acuerdo sobre aquella imagen en la pared; un policía disparando a un indígena, ahora no solo éramos de color negro, sino de segunda clase; pero, no podías obstaculizar el desarrollo, a lo mejor ver el rio, las montañas, las marchas, desde tu ventana, te quitaba el peso de hacerse responsable; que en unos años las montañas y el rio, iban a desaparecer, así como las marchas iban a criminalizarse, pues no tuvimos que esperar mucho, los ríos ya tienen metales, los nevados perdieron color, las marchas perdieron luchadores y luchadoras, el desarrollo enriqueció a unos pocos, los sucesos siguientes fueron similares, ahora la imagen de la pared se replicaba en Espinar, la banda presidencial había cambiado de rostro, y el rostro del desarrollo salía de las sombras, la corrupción ahora tenía luz y, la precariedad una condición que se enraizó en todos nuestros espacios vitales.

Hoy resistimos a un 2020, donde el sentido común del neoliberalismo se ha presentado en cada casa, priorizando a la CONFIEP y a las grandes empresas. Hoy en navidad nos sentamos en la mesa con sillas vacías de nuestros seres queridos que se fueron, a los que ya no puedes saludar, hoy también pasaremos al 2021 no olvidando a Jack, Inti y Jorge, y los dos jóvenes trabajadores qué fueron asesinados por la banda presidencial, si hoy resistimos; es por la colectividad que recibimos cuando no supimos que hacer; por la solidaridad que recibimos cuando nos faltó oxígeno; por la organización de las ollas comunes cuando nos faltó que comer, solo así no dejamos que la precariedad se sobreponga ni la incertidumbre nos deprima.

Por años han tratado de alejarnos de la imaginación, con estigmas o monstruos que ellos mismos han creado, es el momento de darle riendas a esa pena que traemos desde niños, esa pena por nuestro país, prendida al corazón, motivada por las acciones de ese desastre que nos guardó las alas a todos los peruanos, que hacía ver en cada banda presidencial responsable de este desastre. Nuestra generación irradiaría otra vez el Perú, como un cóndor de fuego marchando hacia un Nuevo Perú, sin corrupción ni precariedad en nuestras vidas, con una nueva constitución que no tenga el rostro de una banda presidencial. Hagamos del dolor una ruta infinita hacia la transformación de nuestra sociedad.


Publicado en la Revista Arejo 

Por: Justo Chilo

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